Yo soy voz.

Esto, que en principio podría parecer un delirio, no lo es en realidad, porque lo cierto es que yo nada sería sin la capacidad de cantar, sin ese don.

Por otro lado, más allá de consideraciones espirituales, el canto, como cualquier otra profesión u oficio, requiere por parte del intérprete, entre otras cosas, de toda una disciplina y un entrenamiento diario constante para alcanzar y mantener una escrupulosa sincronización, un perfecto equilibrio y una fluida armonía entre cuerpo, mente y espíritu.

Por eso, cuanto más estudio y aprendo, más crece en mí el miedo a describirme como “cantante”, o incluso como “compositor” o simplemente como “músico”; más pequeño me siento ante la inmensidad de esas palabras.

He aquí, pues, a modo de audiopresentación, una selección de fragmentos de obras, propias en su mayoría, cantadas en conciertos en directo y grabaciones diversas, que, lejos de cualquier pretensión de ostentación, constituyen sólo pequeños fragmentos de un determinado momento evolutivo concreto en el constante aprendizaje técnico del oficio y del arte en sí, tanto en su vertiente creativa como interpretativa.

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